Interacción no implica necesariamente comunicación




Interactuar con otra persona no significa necesariamente que estemos comunicándonos. Quizá se podría decir que hablar con alguien y conversar son dos cosas diferentes, especialmente cuando hablar con alguien se convierte, sobre todo, solamente en hablar a alguien y que ese alguien nos hable a nosotros.
Creo que es muy útil intentar prestar atención a lo siguiente en cualquiera de las conversaciones en las que participemos:
  1. Con qué frecuencia me encuentro esperando a que la otra persona termine de hablar para poder decir lo que ya tengo en mente.
  2. Con qué frecuencia noto que la otra persona está esperando a que yo termine de hablar para poder decir lo que ya tiene en mente.
Cuando esto ocurre, no estoy participando en una conversación sino, como mucho, en una producción alternada de monólogos el resultado de los cuales suele ser siempre el mismo: la sensación de que no han sido escuchados, ni por mi parte ni por parte de la otra persona, con lo cual la incomunicación de partida se convierte en una especie de agujero cada vez mayor del que es cada vez más difícil salir. Y, a pesar de ello, no nos detenemos para nombrarlo, para hacer explícito lo que implícitamente ya sabemos.
Nos podemos hacer varias preguntas sobre esto. Algunas de las preguntas clave podrían ser las siguientes:
  • ¿Cómo interactúo con otras personas?
  • ¿Cómo me siento cuando la interacción va bien?
  • ¿Cómo creo, o sé, que se siente la otra persona cuando la interacción va bien?
  • ¿Cómo me siento cuando la interacción no va bien?
  • ¿Cómo creo, o sé, que se siente la otra persona cuando la interacción no va bien?
  • ¿Qué hago cuando noto que la interacción no está yendo bien?
  • ¿Qué espero que haga la otra persona cuando la interacción no está yendo bien?
  • ¿En qué consiste realmente la comunicación entre dos personas que se hablan?
Es importante que tenga presente que yo no tengo ningún poder de decisión sobre lo que haga la otra persona, pero sí, siempre, sobre lo que haga yo, y en las situaciones como la descrita aquí, probablemente mi primera labor sea detener el flujo de pensamientos en mi mente que llenan el espacio que la otra persona y yo necesitamos que esté disponible para estar verdaderamente escuchándola. Para ello necesito:
  1. Darme cuenta de que mientras la otra persona me habla, yo me estoy hablando también dentro de mi cabeza y, al mismo tiempo que la oigo a ella, me estoy escuchando a mí.
  2. Darme cuenta de que tal vez tengo una cierta prisa por que ella termine de hablar. Mi cuerpo me lo puede estar indicando de varias formas.
  3. Darme cuenta de que si la otra persona, de repente, se perdiera y se preguntara o me preguntara "¿por dónde iba? ¿qué estaba diciendo?" para reencontrar el hilo, tal vez yo no sería capaz de ayudarla porque tal vez yo tampoco recordaría lo que me estaba diciendo.
  4. Darme cuenta de que, muy probablemente, estas tres cosas están pasando también en la cabeza de la otra persona. La señal más clara de que es así es que, como yo, no detiene, ni interrumpe, ni se sale de este baile extraño y falso en el que estamos.
  5. Decidir precisamente eso: parar. Esto lo puedo hacer, como mínimo, de tres formas diferentes. Una consiste en salirme del baile, dejar la interacción, e irme, sin explicar por qué, y quizá utilizando cualquier excusa, lo cual no modifica nada. La segunda consiste en pararme y compartir con la otra persona el hecho de que me he dado cuenta de todo lo que pasaba por mi cabeza, de cómo pienso o siento que estaba yendo la interacción, y quedarme en la situación, a ver qué ocurre justo después de esto. La tercera consiste en detener ese flujo de ruido en mi mente y permitir que lo único que entre en ella sea lo que provenga de la otra persona, para lo cual tal vez necesite entrenarme durante un tiempo hasta desarrollar el hábito que me permita hacer esto al instante.
En cualquier caso, conviene que me diga a mí mismo que si me doy cuenta de que la interacción es o se ha convertido en un falso baile de este tipo, solo por el hecho de darme cuenta no va a cambiar, ni tampoco por el hecho de esperar a que la otra persona haga algo para que cambie. Y, llegados aquí, es importante que recuerde que, para ella, la otra persona soy yo.
Así pues, parece que una interacción de este tipo solo puede cambiar si alguien hace algo para contribuir a que cambie. Puede parecer obvio, pero si realmente lo fuera, este tipo de interacciones no se producirían, al menos no con la que frecuencia con la que me parece que se dan.

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